martes, 14 de junio de 2011

Me pregunto qué pensaría quien lo viera, la sangre y el cuchillo en el suelo. Creo que no sería, si encontrara las ganas, si pudiera poner unas condiciones, muy difícil hacerlo. Hace ya mucho que veo la vida desde fuera. Por vincularme demasiado a ella he terminado por entender que no me atañe. Sí, mi perspectiva es subjetiva, como en algunas escenas cinematográficas, pero no siendo yo el sujeto sino el espectador. Así, me vería a mí misma coger el cuchillo más grande del cajón de la cocina, me oiría preguntándome si debería no ir descalza (sería el fin, sería como siempre), si debería preocuparme por mis pies sucios que alguien verá cuando no pueda ya excusarme. Sí, querría verla yo misma antes de que nadie la encuentre. Sería un dolor muy placentero ver su cuello y su sangre, su cuello largo y fino empezando a gotear rojo, su cuello fino y blanco. Podría quererla. Cuando ella ya no pudiera, luego, cuando cayera, la ayudaría a terminar de separar cabeza y cuerpo y a desmembrar todo lo que antes pretendía ser tomado por individualidad. Por amor luego pasaría a mi propio cuello, ese que no me duele.